jueves, 20 de febrero de 2014

EL MAL DE SÍ

Detente, muerte:
                tu infernal chorreando
escampar hace las estanterías,
la purulenta salvia los baldíos
de cremoso torpor tiñe y derrite,
ausentando los cuerpos en los campos:

los cuerpos carcomidos en los campos barridos por la lepra.

Ya no se puede disertar.

Ve, muerte, a ti.
Encónchate sin disparar el estallido de la cápsula.
Escondida que no seas descubierta.
Pues una vez presente todo lo vuelves ausencia.
Ausencia gris, ausencia chata, ausencia dolorosa del que falta.

No es lo que falta, es lo que sobra, lo que no duele.
Aquello que excede la austeridad taimada de las cosas
o que desborda desdoblando la mezquindad del alma prisionera.
Mientras estamos dentro de nosotros duele el alma,
duele ese estarse sin palabras suspendido en la higuera
como un noctámbulo extraviado.

Néstor Perlongher
Supurar
mis sueños
anoche estaban 
poblados de rencor
como si dejara brotar
un odio escondido,
ahogado a la luz del sol
había un estúpido beso en mi mano
ansioso
y compuesto
poniéndole límites
a mi propia imaginación

los mismos temores
y desesperanzas
anclados
en la noche
vuelven
negocian su partida
y yo sólo quiero
que se despidan

como quienes
(no creo en esas cosas)
se fueron
y no se enteraron

siguieron
desdoblándose,
haciéndose fantasmas
que conviven
desgraciados.